Esta es la tercera entrada que me ha salido de esta locura de hablar sobre la imposición de políticas públicas tras falacias de autoridad, para luego comentar lo que pienso de las consecuencias que tendría el complemento salarial en España, si además las basamos en «evidencias» que se desprenden de la experiencia norteamericana. Por lo que toca seguir analizando estos «hitos» y hablar del más conocido posible perjuicio.
El complemento salarial incentiva la incorporación al trabajo.
Uno de los efectos más conocidos que la «evidencia» constata tras la aplicación del complemento salarial es el aumento en los niveles y suministro de empleo. Se dice que si se le da dinero extra a la gente por trabajar, ésta tendrá mayor disposición a hacerlo aunque sea por un «salario de mierda». Y estadísticamente parece que en el caso americano es correcto. Pero de nuevo nos encontramos con que esto no es New Haven, somos de Monforte. Y si la NASA roba tus discos de cumbias habrá detalles que no se te escapen.
Lo primero es que este discurso desliza un mensaje que, aplicado a nuestro país, resulta un poco peligroso. ¿Están diciendo que los parados son unos vagos? A poco que no seas un tarado o tengas bastante suerte, la mayoría de la gente trabaja para pagar sus facturas. Muchos economistas más allá de dar conferencias y firmar artículos, porque las cuentas se las hacen «sus negros», ven normal que la gente quiera trabajar hasta los 80 años. Para el resto del «mundo libre» trabajar es una obligación bastante asquerosa a la que tienen que atender con religiosidad, más que nada para sobrevivir. Por lo que es obvio que un parado no aceptaría un trabajo que no le permitiera cubrir un mínimo de subsistencia, pero al mismo tiempo estará más dispuesto a aceptarlo que si tuviera ingresos suficientes por otra vía.
Aquí es donde radica el «encanto» del complemento salarial, ya que al complementarte el «salario de mierda» con impuestos (que también pagarás tú, querido trabajador pobre) tendrás mejor disposición para emplearte por dicho salario de mierda. Con esta premisa los parados, sobre todo con prestación, dejarían de ser unos vagos redomados que rechazan salarios por debajo o en línea con sus jugosas prestaciones. Este razonamiento tiene algunos problemas de aplicación aquí en nuestra querida tierra.
Empezando por un chiste, siempre he dicho que es muy divertido plantear esta situación ficticia y a la vez tan real. Usted encuentra trabajo mal pagado en septiembre y por lo que sea no puede pagar el recibo de la luz en diciembre. Cuando le llamen de su compañía para reclamarle el pago le pueden decir que para mayo, cuando haga la declaración de la Renta, irá Toni Roldán con una riñonera a pagarles los recibos pendientes. Se pueden imaginar la respuesta y se pueden imaginar cómo el diseño en el pago del complemento de C’s es bastante absurdo, a pesar de venir de la mano del catedrático más listo de la historia. Incluso personajes poco sospechosos como Chenche, al que veíamos muy fan del complemento salarial, nos traía la idea de parcelar el pago del complemento. Y todo ello de nuevo apelando a otro estudio que lo demostraba. Argumento que nunca incorporó hasta que cayó en sus manos el estudio, cuando es algo que entiende alguien con un mínimo de sentido común. Como no nos caben, los exportamos.
Anécdotas aparte, intentar apelar a que los parados son unos vagos que no quieren trabajar y que se incorporarían en masa al empleo porque el Estado les dé un dinero extra, es igual pecar un pelín de optimista. Si atendemos al caso de los parados, da igual con o sin prestación, lo que se está proponiendo igual no habla muy bien de todos estos «samaritanos».
Por ejemplo en España hoy en día hay más de 2,5 millones de parados que no reciben prestación, por lo que ya están lo suficientemente motivados para aceptar casi cualquier empleo. Del resto muchos cobran prestaciones que van de los 400 a los 450 euros. Los más «afortunados» en su versión contributiva, cobran una media de 780 €, pero que en realidad es el 70% de la base reguladora que baja al 50% a partir del séptimo mes, con lo que la pérdida de nivel de vida con la contingencia de desempleo es notable (con mínimos de 497 € y máximos de 1.400 con dos hijos). Todo esto aderezado con un 20% de paro y 9 de cada 10 contratos temporales.
En resumen, hay que ser un poquito malnacido para proponer un complemento salarial apelando a que incentivaría a los parados a buscar empleo. ¿Por qué salario pretenden estos señores que trabajen? ¿Qué tipo de empleo debe aceptar? Pero lo mejor es que estos tipos son los mismos quienes afirman que los contratos temporales afectan negativamente a la productividad y a la composición del tejido productivo. Recuerden, en España no había muchos albañiles porque hubiera una burbuja inmobiliaria, ni camareros porque sea un país turístico: eran los contratos temporales. Por lo que sea subvencionar salarios bajos, lo cual obviamente ocurre en trabajos de escasa cualificación y productividad, no tiene similar efecto. Es todo así de loco.
Pero si creen que la cosa no puede mejorar, el otro aspecto positivo en esto del empleo sería que mejoraría el «suministro de empleados», me encanta esa denominación, porque según los proponentes afloraría la economía sumergida y mágicamente dejarían de estar en el lado oscuro de La Fuerza. Lo cual es seguramente el beneficio más imposible con la aplicación del complemento salarial en nuestro país.
Empezando y conectando con lo antes dicho, no sólo los parados son unos vagos que no quieren trabajar por un salario miserable, sino que además defraudan a la hora de cobrar las prestaciones. Esto no es nuevo, ya lo hizo el Gobierno hace tiempo diciendo que había más de 500.000 parados cobrando indebidamente y luego descubrimos que aquellos quienes la habían perdido por compatibilizar con un trabajo «black» no llegaban a los 6.000 semestrales. Así que las mareas de parados cobrando en negro que regularizarían sus situación serían bastante residuales.
Ni tampoco quienes trabajan en la economía informal sin cobrar prestaciones tendrían demasiadas opciones de regularizarse, a pesar de lo que rezan los defensores de la aplicación del complemento salarial en nuestro país. Si así lo creen desconocen bastante los mecanismos de la contratación laboral en general y en nuestro país en particular.
Que exista una rama del derecho específica para la relaciones laborales no es un capricho, sino que nace de la certeza de que existe una asimetría en el poder negociador entre trabajadores y empresarios, a favor de estos últimos sobre todo si no existe el pleno empleo. De hecho nada impide que una relación laboral (o la compra/venta de trabajo) pueda desarrollarse bajo el Derecho Mercantil (¡Hola falsos y no falsos autónomos!). Aún así en mercados laborales eficientes lo normal es que sea el contratante quien tenga la sartén por el mango. ¿He dicho que España tiene un 20% de paro?
De hecho esta especie de «monopolio» en la contratación es especialmente marcada en la economía informal. Si se trabaja en negro, el 99% de las veces es voluntad del empleador y no del empleado. A igual salario neto el trabajador siempre prefiere estar asegurado, pero para que un contratante prefiera esa decisión debe ser a cambio de igual salario bruto. Si su coste total es el mismo, el empleador preferirá asegurar al trabajador para evitar sustos fruto de esa situación ilegal. Y aquí está la prueba de que el suministro de empleados «black» que pasarían a la economía formal no sería muy notable con la implantación de un complemento salarial.
Como vemos, a diferencia de los Estados Unidos, la mayoría de los impuestos al trabajo en España se canalizan a través de las cotizaciones sociales y no sobre impuestos por ingresos (nuestro IRPF), que además en su mayor parte son las cotizaciones empresariales.
Así que este otoño-invierno cuando vayas de jornalero a recoger la aceituna y te contraten para echar la peonada, le dices al contratante que esta vez te ponga de alta en la Seguridad Social porque te van a devolver dinero en la declaración de la Renta. Ya verás como te pone la manta encima y te varea las costillas, cosa que igual se agradece a la hora que empieza la recolecta. Si el empleador es el que decide si se contrata o no y si esta relación se legaliza o no, que a su trabajador le den un complemento salarial no le va a hacer retractarse de su decisión original de no pagar impuestos. A no ser que de alguna manera capture esa renta y con esto adelanto algo de lo que hablaré luego.
Es más, lo normal sería que los escasos casos de reducción del fraude se vean compensados por aquellos en los que aumentaría, ya que algunos trabajadores se verían incentivados a dirigir sus aumentos salariales al rincón oscuro. El diseño del complemento indica que la cantidad recibida aumenta hasta cierto nivel de renta, para luego ir descendiendo conforme se gana más dinero. Por lo que a partir de cierto nivel de ingresos, el trabajador se sentirá incentivado a aceptar el pago en negro de todo aumento salarial (por ejemplo unas horas extras) que le reduzcan la ayuda que le ofrece Garicano y su doctorando. Con lo que no sólo gastamos en el complemento, sino que perdemos los ingresos del extra que supondrían esos aumentos salariales.
Por último y como acabó ocurriendo con las leyes de pobres inglesas, este tipo de ayudas pueden acabar afectando a la productividad y movilidad de los trabajadores. ¿Para qué leches quieres trabajar mejor, formarte o moverte a un empleo que te saque de ser pobre? Si con estarte quieto vas a obtener parte de ese beneficio que conseguirías trabajando más duro o siendo más emprendedor.
Así que es posible que el número de parados o trabajadores en situación irregular aumentara, lo harían por salarios paupérrimos que afectarían al conjunto del tejido productivo y erosionaría el capital humano, serían pocos porque requeriría que el contratante asumiera un aumento del 30% del coste laboral que en teoría no disfrutaría y que ya antes no estaba dispuesto a asumir… y para colmo las gallinas que entran saldrían en forma de fraude que permitiera seguir disfrutando de las ayudas.
Y pasadas las supuestas ventajas del complemento salarial en España, basadas en la experiencia americana. Pasemos a su principal inconveniente.
El complemento salarial puede ser «capturado» por empleador.
¿Recuerdan esta conversación que les puse en la primera entrada de la serie?
Aquí el Garicano auténtico, el bueno, bueno, el prepotente y censor que hizo las delicias del respetable con su política de moderación en el blog Nada es Gratis. El supercatedrático que igual te arregla el tema del soberanismo catalán, que te resuelve el problema migratorio de la manera más elegante. El mismo que ante la cuestión de Scholar sobre la posibilidad de que el empresario capture el complemento, le acusa de decir «chorradas» (una de las expresiones favoritas de Garicano) y que se documente con «evidencias».
Pues nada amigos, les presentamos «The Earned Tax Credit (2015)», de Jesse Rothstein y Austin Nichols, quienes no sé si para esta gente es personal autorizado y su trabajo una «evidencia empírica», por cierto bastante favorable al EITC. Al loro, página 54 en conclusiones:
¿Está diciendo la «evidencia» que algunos beneficios del complemento pueden acabar en manos de los empleadores, al menos si éstos no van a acompañados de aumentos de salarios mínimos? ¿Está «la evidencia» contraviniendo a «la evidencia» con la que Garicano pretendía darse autoridad?
Esto no deja de tener su lógica y engarza con lo que comentaba en el anterior apartado. Si le pide a su empleador que le «legalice» asumiendo que debe pagar además el oneroso coste impositivo, él será más receptivo conforme su salario neto se rebaje lo suficiente como para cubrir su factura fiscal. Incluso en situaciones de perfecta legalidad, a la hora de las negociaciones salariales tanto el empleador como el empleado tendrán un incentivo a no moverse y no incorporar mejoras de la productividad en los salarios, para no reducir o perder el salario. O igual conviene bajar el salario para aumentar el importe de la ayuda, recibiendo el resto en un bonito sobre. Y es que en realidad a Garicano y sus Ciudadanos la situación de los working poors les preocupan menos que otro aspecto, igual que los trabajadores precarios les interesan poco cuando el «contrato único» no supone reducir el coste del despido.
Y es que, como nos decía el profe de Berkeley y su co-editor, si no se acompaña de una política sobre salarios adecuada parte del beneficio puede acabar en el bolsillo del empleador, como decía Escolar. ¿Qué opinan en Ciudadanos sobre el salario mínimo?
¡Sorpresa! No están a favor de subir los salarios en general y el mínimo en particular. Esto no es extraño para un señor quien opina que el desempleo y la pérdida de productividad se recuperan a base de congelación salarial. Es una posición respetable pero que no deja en muy buen lugar la intención de Garicano de acabar con la pobreza, cuando lo que está haciendo es proponer que ésta se mantenga. Es más, vimos en la anterior entrada que el EITC en Estados Unidos no acabó con la pobreza. Ahora es cuando ustedes se preguntarán cómo es posible que los empresarios que mantienen trabajadores en negro vayan a contratar por un beneficio que supuestamente no reciben, aumentando bastante sus costes, pero en cambio les es imposible subir el salario mínimo porque aumentaría el coste de contratar. ¿Para qué vamos a subir los impuestos a los empleadores por contratar si podemos dar un complemento que se paga con impuestos que abonan en buena parte… los empleadores? Vamos, que si esto no es una subvención a la empresas para mantener bajos salarios, se le parece demasiado. Pero si apelas mucho a los pobrecitos obreros desvalidos, porque no eres populista ni haces demagogia, se disimula mucho mejor.
Así que al final nos encontramos con que si no queremos subir el salario mínimo, el empresario puede quedarse con parte del botín. ¿Qué podría evitar la situación en ausencia de subidas de salario mínimo? La intervención sindical. Pero es conocido que Garicano y familia no son muy amigos de que los sindicatos tengan mucho poder negociador. Recordemos cuando este señor consideró la reforma laboral del 2012 «una buena reforma»:
De nuevo nos sorprende y avala los cambios en la negociación colectiva de aquella reforma del PP, lo cual a mí me parece estupendo porque es su cultura y debemos respetarla. Pero si lo llevamos al terreno de su famoso complemento salarial, el tema empieza a complicarse porque si por algo se caracteriza el universo al que estos señores quieren aplicar su complemento, es precisamente por la falta de tutela sindical. En teoría los sindicatos se vanaglorian para justificar las subvenciones públicas que reciben, pues tienen gran cobertura entre el colectivo de trabajadores.
Pero para quienes hemos trabajado en pequeñas empresas por sueldos bajos sabemos que en esas condiciones ni hay representación sindical, y si la hay es un trabajador puesto «a dedo» por el jefe. Ya no entro en el mundo de la economía informal antes comentado, donde no verás un sindicalista ni en cartelería, a no ser que sea Cañamero, El Pancetas y Bódalo, que sin dudar de su combatividad y eficacia igual prefiero otras compañías.
¿Quiénes serían los teóricos beneficiarios del famoso complemento? Exacto, trabajadores de PYMES o autónomos sin cobertura sindical, porque no creo que los funcionarios o los trabajadores industriales vayan a catar este invento. Con lo que si la ley no aumenta los salarios de los trabajadores pobres y sin capacidad de acción colectiva que impida la captura de la ayuda por parte del empleador, el resultado en el asunto sobre el que estaba disertando parece claro… a la luz de «mis evidencias». Así que Ignacio Escolar parece tener algo más de razón de lo que parece, al igual que las ayudas a la compra de vivienda eran capturadas en parte por los promotores, constructores o vendedores de vivienda gracias a la inflación del precio que provocaban, sin medidas adicionales el complemento salarial acabará siendo una ayuda a pagar malos salarios y en parte acabará en el bolsillo de quien contrate.
¿Acabamos?
En resumen y como cierre, aparte de constatar que me he venido un poco arriba con este asunto y que seguramente habré dicho muchas sandeces que me harán pagar en los comentarios (al contrario que Garicano, yo no borro «chorradas»), por mi parte tengo serias dudas de que el famoso complemento salarial vaya a ser una gran solución para acabar la pobreza laboral, más allá de la estricta transferencia de impuestos.
Como hemos visto ser un economista prestigioso o agitar artículos académicos no te exime de equivocarte y además en muchas ocasiones la «evidencia científica» es más contradictoria de lo que creemos y tendemos a creernos lo que confirme nuestros sesgos. De hecho mi frase favorita de los artículos es el famoso «más estudios son requeridos», porque por mucho que algunos pretendan ponerse por encima de todo, el mundo está lleno de fenómenos complejos estudiados por seres con capacidad de raciocinio y de procesamiento limitado.
También he expresado mis dudas sobre los beneficios en España del complemento salarial, en parte porque sus conclusiones académicas se han estudiado en escenarios que no tienen mucho que ver con la realidad de nuestro país (costes no salariales, financiación privada de sanidad o educación), no producen gran mejora en el conjunto de trabajadores (sólo reduce la pobreza de aquellos que reciben la transferencia y sumerge en ella a una proporción similar), tiene serios problemas de incentivos para la productividad, la formación o la movilidad y para colmo bajo las condiciones que se quiere implantar es probable que sea una subvención a los bajos salarios, pudiendo acabar en el bolsillo de los empleadores y generar fraude.
Así que tomando prestado aquello que decía Alberto Garzón al artista antes llamado Cives, ahora Luis Abenza, aquel que cerraba los comentarios en Politikon llamando «hijos de puta» a quienes le demostraran que Juanjo Dolado había hecho un poco el ridículo prediciendo la crisis, igual deberíamos ser un poquito menos perezosos, un poquito más humildes, al menos respetar que haya gente que piense distinto sin pensar que por norma será un imbécil y finalmente no pasarnos con las falacias de autoridad o de exhibir sólo los papelitos que nos den la razón. Yo debería ser el primero en aplicarme el cuento, y seguramente sea el primero en no cumplirlo.
Después de estar dos días y dos noches en pie aplaudiendo este post, me siento para transmitir ese aplauso por escrito. Sublime de cabo a rabo.